The Message (Spanish) - Volume II

Todo empezó cuando empecé a encontrar los sobres. Aparecían aleatoriamente en mi buzón, metidos en la mochila o incluso bajo la almohada mientras dormía. Sobres blancos con mi nombre escrito a mano en el anverso.

Al principio, me inquietaban las cartas inexplicables que aparecían por todas partes sin avisar. Pero la curiosidad me venció y los abrí con cautela. Cada sobre contenía una ficha con una palabra o frase escrita al azar en el centro.

Algunos mensajes eran desconcertantes pero inocuos: "flor", "horizonte", "reflejo". Otros eran vagamente ominosos: "no hay vuelta atrás", "cuidado con las caras falsas", "el fin está cerca". Me dije que debía de tratarse de una extraña broma de algún excéntrico vecino.

Sin embargo, me sentí obligado a conservar las fichas, intrigado por su posible significado. Cada vez aparecían con más frecuencia, hasta tres o cuatro al día. Intenté instalar cámaras para captar al misterioso portador, pero, de alguna manera, cada vez evadían la detección.

Una noche me desperté y encontré cientos de fichas nuevas apiladas en el suelo de mi habitación. Mientras las leía ansiosamente con la linterna, las fichas contenían divagaciones inconexas sobre "ellos", que vendrían pronto a por mí, y la necesidad de "abrir los ojos antes de que sea demasiado tarde". Estaba desconcertado, pero ¿qué podía hacer?

En las semanas siguientes, los mensajes se volvieron más oscuros y terribles, advirtiendo de peligros ocultos. Aconsejaban no confiar en nadie y aludían a una monstruosa presencia maligna que acechaba tras el tejido de la realidad.

Dejé de intentar explicar los inexplicables mensajes. Alguien o algo siniestro se había fijado en mí por razones desconocidas. Tomé precauciones, como cambiar las cerraduras y las rutinas para ser menos predecible. Pero los sobres seguían llegando a mí todos los días.

Pronto apenas podía obligarme a abrirlos, temiendo la última misiva aterradora que contendrían y la malevolencia que asolaba mi realidad y que no podía nombrar ni comprender. Sentía que perdía el control sobre lo real y lo imaginario.

Pero una noche me quedé mirando con incredulidad tres palabras escritas a máquina en la última ficha: "Ya está aquí". Se me heló la sangre. Inmediatamente sentí una presencia horrible en la habitación, aunque parecía que seguía sola.

Mi respuesta de lucha o huida se disparó. Sólo cogí las llaves y el teléfono y huí de la casa presa del pánico. Conduje durante horas sin rumbo fijo, sintiendo cómo se intensificaban mi pavor y mi paranoia. ¿Era imposible escapar de esta fuerza siniestra?

Agotada mental y físicamente, finalmente me detuve en un área de descanso para intentar recuperar la compostura. Encendí el teléfono para comprobar si tenía algún mensaje. Pero en su lugar, vi aparecer como por arte de magia en mi pantalla un correo electrónico que no había abierto.

Con manos temblorosas, pulsé lentamente el mensaje, sabiendo con certeza lo que encontraría dentro. Una sola ficha, en blanco salvo por tres últimas palabras inquietantes:

"Nos vemos".


"El Mensaje" de Oscar Mendieta Bravo 

Comments