The Migration (Spanish) - Volume II
Emily Hendricks miraba ansiosa a través de la ventana de su apartamento el enjambre que crecía a sus pies. Era medianoche, pero nadie dormía con el ruido incesante del exterior. Su vecindario ya había sido evacuado hacía días, pero Emily se había negado obstinadamente a abandonar su casa. Ahora empezaba a arrepentirse de su decisión.
Todo había empezado hacía unas dos semanas con pequeñas bandadas de pájaros que se congregaban en tejados y árboles. Los vecinos se quejaron del constante piar y del desorden. Se recurrió a los servicios de control de plagas, pero no encontraron ninguna forma humana de dispersar las bandadas, cada vez más numerosas.
Pronto hubo cientos, luego miles de pájaros que se agolpaban en todas las cornisas y tendidos eléctricos. Fue entonces cuando llegaron los científicos del gobierno para investigar el extraño fenómeno. Su severa advertencia se emitió en todos los canales: salgan inmediatamente. Pero tontamente, Emily se había quedado.
Ahora el propio cielo estaba oscurecido por una corriente interminable de alas que revoloteaban hacia el norte sobre la ciudad. Parecía la escena de una película de terror. La espeluznante migración crecía en tamaño e intensidad.
Emily deseó haberse marchado cuando tuvo la oportunidad. Pero ya era demasiado tarde con el enjambre rodeando su edificio. Tendría que esperar a que los pájaros se marcharan.
Emily intentó distraerse viendo la televisión, pero incluso los canales de noticias 24 horas habían dejado de emitir. El suministro eléctrico se había vuelto intermitente a medida que la masa de pájaros interrumpía las líneas y asfixiaba las subestaciones. Miró con tristeza el documental sobre los hábitos de apareamiento de las aves marinas que se repetía en bucle desde hacía horas.
"Se aconseja a los residentes que permanezcan en sus casas hasta que pase el fenómeno migratorio", repitió el narrador por enésima vez. "Cierren todas las puertas, ventanas y rejillas de ventilación para impedir la entrada. Eviten a toda costa el contacto directo con las aves". Como si necesitara que me lo recordaran, pensó Emily sombríamente.
Hacia las cuatro de la madrugada, se cortó la luz por completo. Emily rebuscó en sus armarios velas y cerillas a la tenue luz de la luna que entraba por las ventanas. El aire se estaba volviendo viciado y falto de oxígeno en su hermético apartamento, pero no se atrevió a abrir una ventana para que entrara aire fresco. Era mejor asfixiarse que arriesgarse a dejar entrar a aquellas criaturas.
Emily se sobresaltó al oír de repente un fuerte golpe contra el cristal. Se asomó y vio varias aves marinas regordetas chocando contra sus ventanas, con sus ojos vacíos brillando amarillos en la oscuridad. Sus cuerpos viscosos se deslizaban por el cristal dejando estelas de guano.
Siguieron más golpes mientras la frenética bandada golpeaba las ventanas intentando entrar. Aparecieron grietas en el cristal. Aterrorizada, Emily arrastró el sofá y el sillón y los apiló contra las ventanas para protegerse. No aguantaría mucho tiempo.
A medida que se acercaba la mañana, las velas de Emily se consumían y luchaba por mantenerse despierta. La falta de oxígeno la tenía aletargada. Miró la foto de su marido que tenía junto a la cama. "Oh, Mark", suspiró, "tú también intentaste que me fuera". Una lágrima rodó por su mejilla al pensar que tal vez no volvería a verle.
En ese momento, un tremendo estruendo de cristales sacudió sus sentidos. Se dio la vuelta y vio pájaros que entraban en su salón a través de las ventanas rotas. Aleteaban caóticamente, chocando contra paredes y muebles. El enjambre de chillidos y aleteos llenó rápidamente todas las habitaciones.
Emily tropezó con la puerta principal, jadeando. La abrió de un tirón, pero el pasillo ya era intransitable y estaba lleno de cuerpos emplumados. No había escapatoria.
La frenética bandada golpeó a Emily por todos lados mientras se desplomaba en el suelo. Las dentadas garras le cortaron la piel mientras luchaban por atravesarla. Picos afilados se clavaron con saña en sus ojos. Emily gimió de dolor y terror, respirando por última vez. Perdió el conocimiento cuando la masa retorcida se apoderó de ella.
Pocos días después, el enjambre migratorio había desaparecido tan misteriosamente como había llegado. Cuando los equipos de rescate llegaron al apartamento de Emily, se sorprendieron al encontrar su cuerpo enterrado bajo montones de cadáveres de aves. Los visitantes también regresaron para encontrar sus casas saqueadas y cubiertas de excrementos.
El gobierno advirtió de la posibilidad de enfermedades mortales a causa de este acontecimiento aviar sin precedentes. Gran parte de la ciudad fue declarada zona catastrófica. Pero persistían las preguntas sobre el extraño comportamiento de los animales que ningún experto podía explicar.
Semanas después, Mark, el desconsolado marido de Emily, volvió a examinar las ruinas de su casa. Rebuscando con tristeza entre los montones de cadáveres de plumas en descomposición, encontró el anillo de boda abandonado de Emily que brillaba ante él. Mientras Mark lloraba a su amada esposa, no pudo evitar preguntarse: ¿habrían evitado este trágico final si se hubieran marchado cuando tuvieron la oportunidad? ¿O el destino de Emily estaba sellado desde el momento en que llegaron los pájaros?
"La Migración" de Oscar Mendieta Bravo

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